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jueves, 28 de junio de 2018


 BEBIDA ANCESTRAL DEL PUEBLO SALASACA


Tzawar mishki es la bebida ancestral salasaca 3365 Andrés Masaquiza bebe el tzawar mishki que cosechó. Foto: El Comercio. 0 VALORE Indignado 1 Triste 0 Indiferente 1 Sorprendido 16 Contento 1 Modesto Moreta. Coordinador (F-Contenido Intercultural) LEA TAMBIÉN Antes de beber el zumo que cosechó en el penco de cabuyo, Andrés Masaquiza extendió sus manos con dirección al cielo. Es su forma de agradecer al Creador (Dios) por la buena cosecha del tzawar mishki (dulce de chahuarquero en español). Esta bebida se extrae de la planta de tres metros de diámetro y 2,5 de alto, cuando está en su último ciclo de vida. Los habitantes de la parroquia Salasaka, en Tungurahua, lo beben desde hace más de 200 años. El líquido de color café se extrae con ayuda de una cuchara de palo redondeada y pequeña a la que llaman pan de dulce. Poco a poco, Masaquiza llena una olla de barro con el extracto que se usa como bebida energizante o medicinal. Aunque no conoce de estudios científicos, el joven asegura que el tzawar mishki ayuda a mejorar el movimiento de las articulaciones, elimina el dolor de huesos, desinflama la próstata, hidrata y tiene otros beneficios, que son poco conocidos.
 Cuando el jugo se fermenta se convierte en licor. En el poblado de 12 000 habitantes solo se saca este jugo entre octubre y diciembre de cada año. Y a propósito de esta tradición se desarrollará el Festival del Tzawar Mishki. El objetivo es atraer a visitantes para que conozcan los beneficios de la bebida ancestral. “Es un néctar que usaban nuestros ancestros para los largos viajes como un energizante y a la vez curativo”, cuenta Masaquiza, quien tiene 24 años. Él conoce los secretos para la cosecha, gracias a su abuela María. Ella le enseñó cuando era pequeño a pedir permiso a la Pacha mama antes de empezar. Luego corta cinco hojas largas y perfora el tallo grueso para que brote el jugo natural. El joven sabe diferenciar al penco que está maduro. La planta debe tener entre 8 y 15 años. “Al instante que comienza a brotar, el chahuarquero está listo para la recolección”. En el pueblo formado por casas de adobe, bloques y techos de zinc y teja, Masaquiza escogió 40 plantas para el festival que este año se realizará del 28 de octubre al 2 de noviembre.  Desde que se llega a la parroquia Salasaca, dividida por la vía asfaltada Ambato-Baños, se observan hileras de esta planta que además se usa como lindero entre las propiedades semidesérticas.
El suelo árido es propicio para este cultivo. Rosario Pilla, de 65 años, prepara el tzawar mishki en su vivienda. El sábado anterior obtuvo 20 litros de cuatro pencos. “Es como una vaca lechera. Todos los días cada planta da 5 litros y esto pasará hasta diciembre. Todo depende del cuidado y el abono que haya recibido el cabuyo durante los ocho años de crecimiento”. La mujer viste un anaco negro, rebozo morado, blusa blanca bordada y sombrero de paño verde. Su atuendo identifica a la comuna ubicada a 20 minutos al oriente de Ambato. Con agilidad, la mujer recoge el tzawar mishki. Luego prende el fogón con delgadas ramas recolectadas. Atiza el fuego y deja que el líquido café se cocine en dos ollas de aluminio. Tras 10 minutos de cocción, toma un color blanco. “Es medicinal, sirve para la próstata y para los huesos. Mi madre Rosario nos daba el tzawar de pequeños y por eso no somos enfermos”, cuenta Rosario. Cuando al pueblo llegan visitantes, Rosario les brinda la bebida para que saboreen algo tradicional de su tierra. Además la envasa en botellas de plástico para vender en Puyo. Pastaza. Martha Chango, concejal y habitante de Salasaca, dice que de generación en generación se trasmite los conocimientos de la plantación, el cuidado y la cosecha del tzawar mishki. “Eso evitará que se pierda esta tradición cultural”.









HISTORIA

El pueblo Salasaca conoce su historia, las tradiciones y fiestas en un museo 18286 0 VALORE Indignado 31 Triste 16 Indiferente 8 Sorprendido 12 Contento 47 Redacción Sierra Centro  (F-Contenido Intercultural) LEA TAMBIÉN Las fiestas del Inti Raymi, Paukar Raymi, el matrimonio, la confección de tejidos, las tradiciones y más del pueblo Salasaca se pueden conocer en un museo. Está ubicado en el centro de la parroquia ubicada a 15 minutos al oriente de Ambato. Este contenedor cultural abrió sus puertas el año pasado por una iniciativa de un grupo de jóvenes de esta comunidad. Ellos buscan que los turistas extranjeros, nacionales y los habitantes del sector conozcan parte de la historia. Además, las tradiciones y el estilo de vida de este pueblo indígena de Tungurahua. Eso explica Whirak Qhamak, director del Museo.
Cuenta que este fin se está cumpliendo. Al momento los niños y jóvenes conocen su historia. Con eso tratan de recuperar la vestimenta que es parte de su cultura. También el idioma quichua. “Estamos rescatando y revalorizamos la música, la danza, las ceremonias, las celebraciones de agradecimiento a la Pacha Mama como el Inti Raymi. Además, el uso de los atuendos especiales para cada fiesta. Los tejidos que son famosos a través de los otavaleños”. El museo se levanta en un edificio de cinco plantas, localizado en una de las márgenes de la vía Ambato-Baños, en el centro de Salasaca. En cuatro de las cinco plantas se recrea parte de su arquitectura, especialmente de las viviendas con el uso del adobe, carrizo, la cabuya, el techo con hojas de sigse, madera y el piso de tierra. Asimismo hay figuras al tamaño natural representando a los artesanos tejiendo en los telares de los tapices, chumbis (bajas) y ponchos. Los visitantes pueden conocer cómo las mujeres hilan la fibra de las ovejas, la medicina...
Las estatuas visten prendas autóctonas de esta población compuesta en los varones por un poncho negro largo, sombrero de ala ancha y pantalón blanco. Las mujeres visten con un reboso morado o rojo, anaco negro y blusa blanca con bordados y collares. Para montar el museo se tardaron más de 13 años en consultar en libros y documentos en las bibliotecas. El estudio también incluyó entrevistas a los ancianos del pueblo. Todo eso fue representado en el museo, explica la guía Pilar Masaquiza, que es parte del proyecto del Museo Salasaca.








IDIOMA DEL PUEBLO SALASACA


El pueblo salasaca guarda mucha historia, su idioma es el kichwa, el mismo que usan sus miembros para comunicarse entre ellos, además hablan el idioma español para poder comunicarse con quienes no hablan su lengua ancestral.
El poblado de los salasaca se encuentra a aproximadamente 14 kilómetros al este de la ciudad de Ambato, en la provincia de Tungurahua. Se trata del lugar en donde se encuentra una de las culturas indígenas más elocuentes del país. Los salasaca, quienes son considerados mitimaes -desterrados por los incas-, su población es de aproximadamente 10 mil habitantes. Sobre su origen, algunos consideran que son descendientes de antiguos aborígenes procedentes de Bolivia. Otros estudios plantean un parentesco con los puruhaes.
Andrés Masaquiza se considera indígena del pueblo de salasaca, él cuenta que la vestimenta que utilizan es una camisa y pantalón blanco que significa la paz, un poncho negro largo y angosto que representa el luto del rey Atahualpa, y un sombrero de lana de color blanco adornado con una cinta de color rojo o verde. Él asegura que el traje lo utilizan dondequiera que estén. 

 OTRA TRADICIÓN. Para los salasaca, la música tiene una gran importancia. Ellos utilizan instrumentos como el bombo, el violín, el pingullo, el antara, y amenizan sus fiestas y encuentros culturales entonando sanjuanitos, albazos, yaravíes que son disfrutados por propios y extraños, según lo expresa Rubén Masaquiza. Los integrantes del pueblo salasaca viven en la actualidad de la agricultura, ganadería y artesanías, en lo que se inician desde muy temprana edad.




PLAZA ARTESANAL KAYAC RAYMI 

La parroquia Salasaca es un pueblo con una economía en transición, la cual va desde su consumo hasta una economía de mercado. Tiene como actividades económicas principales la agricultura, ganadería y artesanía, en las que se inician desde muy temprana edad. 
Un aspecto muy característico de los salasacas son sus hermosos tapices, que son tejidos a mano en telares de tecnología muy antigua. Muchos de los diseños muestran diversos aspectos de sus vidas, también tejen ponchos, suéteres, bolsos, sombreros y otros artículos. 

Los salasacas son buenos artesanos, se han especializado en el arte textil andino y han logrado un buen mercado nacional e internacional. Las múltiples artesanías se exponen en la plaza central de Salasaca todos los días y en especial los domingos. En esta zona se desarrollan cultivos mediante una expansión progresiva de maíz, trigo, cebada, fréjol, papas, col, lechuga, remolacha, coliflor, manzana, peras, duraznos y capulí.  Los animales más comunes son ovejas y ganado vacuno. La producción lechera es mínima y está a cargo de los mestizos de la zona. 

Mediante un buen riego se producen pastizales de buena calidad y excelentes cultivos de alfalfa, orientados al mercado provincial. Una parte del Parque Nacional Sangay se encuentra en espacios de la territorialidad del pueblo Salasaca y en su interior existen comunidades asentadas.Esta zona está ubicada a 14 kilómetros al oriente de Ambato, asentada en una llanura arenosa.Es una población dispersa, ubicada en la provincia de Tungurahua, cantón San Pedro de Pelileo, parroquias García Moreno y Salasaca. Su población es de aproximadamente 12.000 habitantes.
La artesanía dentro del pueblo se ha desarrolla desde tiempos inmemorables hasta la actualidad , Desde la “Plaza Central” del pueblo se comercializan a nivel nacional e internacional; los productos artesanales donde se destacan el tapiz Salasaca, shigras, ponchos de lana, sacos de lana, serigrafía, fajas, bolsos, pulseras, aretes, instrumentos musicales, bufandas, etc. El tapiz Salasaca es una de las artesanías más representativas del mundo Andino. Los diseños son llenos de detalles, los mismos mantienen la estilización de figuras tridimensionales a figuras geométricas bidimensionales como volcanes, valles, ríos, etc.




PLAZA ARTESANAL DE SALASACA

Salasaca se distingue por sus artesanías y el trabajo fecundo de su gente, que pese a la difícil situación económica que atraviesan, por la falta de salida de sus productos, mantienen la tradición de ser los mejores tejedores de tapices del país.
Andrés Masaquiza, 50 años, es uno de los principales artesanos que ha dado esta tierra, cuenta los logros personales que ha tenido en esta noble actividad desde algunos años, pero que desgraciadamente no cuentan con el apoyo o respaldo de los entes gubernamentales.
Señala que la dolarización liquidó las aspiraciones de proyectarse hacia una mayor tecnificación, comercialización y desarrollo de sus productos, por cuanto no se ha mejorado la calidad y más bien las ventas han bajado considerablemente.
Argumenta que la vistosidad y diseños que han logrado en sus tejidos, es parte del trabajo que realizan en los talleres de capacitación que mantienen por iniciativa propia, ya que son conscientes de la necesidad de tecnificarse y mejorar la calidad de sus productos.
Los salasacas aspiran que con el nuevo gobierno se fomente el desarrollo artesanal en el país, toda vez que el negocio ha bajado al igual que la producción de tapices, que ahora requiere de mayor inversión para adquirir la materia prima e insumos.
Aspiran mejorar su producción y abrir mercados internacionales, ya que solo con el mercado nacional no se puede vivir, para ello es necesario incentivar la artesanía con asesoramiento, tecnificación, apoyo económico y centros de capacitación.

Muchos artesanos se fueron
Ante la crisis, muchos artesanos de Salasaca se fueron del país y prefieren hacer música o trabajar en otros países, disminuyendo la mano de obra calificada. De cinco mil artesanos que eran antes, apenas dos mil permanecen en sus lugares de trabajo.

Feria artesanal
Si usted quiere conocer la extensa variedad de productos y artesanías que ofrece Salasaca puede visitar la feria artesanal que permanece abierta al público todos los días. Se ubica en el centro de la parroquia, junto a los correos del lugar.

Los mejores tapices del país 
Andrés ofrece al turista nacional y extranjero diversas manufacturas como: tapices, shigras, fajas, sacos, gorras y ponchos de lana, así como una gran variedad de artículos de regalo que son atractivos al cliente.
Lo novedoso de sus tapices es que aplica el diseño del danzante del Corpus Christy y el calendario antiguo, donde se refleja las fases lunares y de los animales, donde se aprecian las cosechas, sembríos y diversos aspectos de la agricultura en el imperio Inca.
El artesano asegura que los famosos tapices que promocionan los otavaleños, son en realidad elaborados por los salasacas, quienes los venden por falta de salida en el mercado nacional.
"La gente piensa que los tapices son de Otavalo, pero no es así, ya que es Salasaca la tierra donde se producen los mejores tapices del país", recalcó Masaquiza, quien promociona toda clase de diseños, paisajes, motivos y colores en cada tapiz que ofrece.
Al ingresar a su negocio se puede apreciar una infinidad de artesanías y productos elaborados a mano. La calidad es inmejorable, no le pide ningún favor a productos importados, ya que cada artículos tiene el toque especial de distinción y calidad de nuestros artesanos.
En cuestión de precios, hay de todo y para todos, por ejemplo un saco de lana cuesta ocho dólares, los tapices a diez, según el tamaño y diseño, también se pueden apreciar batas o salidas de cama que cuestan ocho y 15 dólares, la diferencia es el tejido.
Andrés es casado con Natalia Masaquiza Chango, 43 años, con quien procreó tres hijos, que ahora llevan la tradición y estirpe artesanal por todo el países incluso a nivel internacional.



EL MUSEO SALASAKA


No todos saben dónde está el Museo de la Cultura del Pueblo Salasaca, pero no es complicado llegar allí. Se encuentra en la zona más turística y comercial de la parroquia del mismo nombre, a un costado de la carretera Ambato-Baños, en Tungurahua. Esta vía asfaltada, de 4 carriles, que se convirtió en la columna vertebral de la economía local de los 12.000 habitantes, es el paso obligado para decenas de turistas extranjeros y nacionales que se dirigen hacia Baños de Agua Santa y la Amazonía. La mayoría son indígenas que viven en 18 comunidades. El edificio del museo es relativamente nuevo y su arquitectura moderna. Aunque no es muy ancho, tiene 4 pisos y está ubicado frente a la antigua plaza artesanal.   Un grupo de eruditos salasacas se pusieron de acuerdo en el 2000 para poner en marcha este proyecto cultural que fue inaugurado hace poco más de un año. Ahora su principal escollo es la falta de difusión nacional. Por ahora cuenta solo con una página web (www.museosalasaka.com) y material impreso como trípticos.    “El objetivo es recrear el estilo de vida de esta etnia con sus costumbres, fiestas, creencias religiosas y manufacturas artesanales, como los tapices y bayetas que se hacen en los telares. Este aspecto integra a la familia en torno a una actividad económica que inyecta recursos económicos a nuestra parroquia”, explicó Danilo Masaquiza, investigador local que se dedica a impulsar la danza, música y la orfebrería ancestral, cuyas técnicas se conservan por más de 5 siglos. Quizá lo más impactante de este museo son las casi 50 figuras en tamaño natural con las que se perennizan, por ejemplo, las bodas, los rituales, las fiestas y las actividades del diario vivir de este grupo étnico. Fueron elaboradas con una mezcla de arcilla, sigse, paja y huesos de animales molidos. El resultado fue unas esculturas de impresionante realismo complementadas con cabello natural y los rasgos característicos de los indígenas de la zona. “En cada piso, se representó una escena de la cotidianidad de este pueblo. Me impresionó la confección de las chozas, detalles de las paredes y puertas y en el último piso la representación de la fusión mitológica de los rituales autóctonos con los de los incas”, dijo Mercy Muñoz, turista quiteña. Pura historia En la primera planta se exhibe la fiesta de Los Caporales. En la segunda hay un taller típico de textilería. Incluso, se muestra la escena de un matrimonio o tinguirina y de la familia (ayllu). En la tercera planta se resalta la fiesta de la cosecha o ‘Pawkar Raymi’ con los músicos y sus instrumentos y los sabios ‘amautas’ y ‘mamacunas’ que cautivaron la reverencia del pueblo en los tiempos de los incas. Y en el último está una figura gigante que representa al ‘jatun jambik’, (sabio) que conoce el uso medicinal de las plantas y que ofrece su ritual a los dioses. UNA RUTA PARA EL CONOCIMIENTO MILENARIO ÉTNICO El museo es parte de un recorrido turístico y cultural denominado ‘Ruta del Conocimiento Milenario de la Cultura Salasaca’. Es un emprendimiento local que intenta mostrar y difundir la esencia de esta etnia e involucra una visita guiada cuya duración es de 45 minutos (en idiomas español, inglés, quichua y francés), además, la llegada al lugar sagrado de los Yachak, la caminata ecológica a través del Zigzig Walco (45 minutos), un paseo por el Centro de Diversidad Cultural y finalmente un recorrido por Cruz Pamba, a 45 minutos del centro del pueblo. Durante esta travesía se puede apreciar la riqueza agrícola de esta parroquia del cantón Pelileo. “Los turistas se quedan maravillados cuando ven los extensos sembríos de cebada y trigo que se dan en la zona. Pese a que el clima es variable, los 12 grados, casi frecuentes en la zona, permiten que frutas como la tuna, el membrillo o el capulí crezcan sin problemas y casi todo el año”, manifestó Vicente Caicedo, morador del lugar. Estos productos son comercializados todos los días en la plazoleta cívica denominada Llikakama y en las paradas de los buses que circulan por las cercanías del poblado. También hay varios centros de sanación ancestral donde sabios indígenas realizan rituales con brebajes y yerbas para turistas  nacionales y extranjeros.   





LOS TAPICES DE SALASAKA


 Modesto Moreta. Coordinador  (F - Contenido Intercultural) Los tapices que tejen los artesanos salasakas ayudan en la decoración en el hogar y la oficina. El colorido y la variedad de diseños crean ambientes relajantes, renovados o de un estilo diferente para el comedor, la sala, el dormitorio, el estudio. También, en el piso. Más de 100 diseños se tejen en el taller de Francisco Masaquiza. Está dedicado al tejido de los tapices más de 50 años en su comunidad Patuloma en la parroquia Salasaka, ubicada en la vía Ambato-Baños. Con su habilidad y buen gusto decoró las habitaciones de su propia hostería denominada Salasaka. Cada uno de los espacios son matizados con paisajes de la vida andina como las chismosas, el volcán Tungurahua, la gente de su pueblo y la Pacha Mama (Madre tierra en español).
 Además, la fauna de Galápagos, figuras precolombinas, la chacana o cruz andina y los danzantes, estos últimos personajes importantes de este pueblo de Tungurahua. Ampliar Francisco Masaquiza tiene su taller en la comunidad Patuloma. En sus ocho telares rudimentarios teje estas prendas. Las máquinas están armadas con madera atada con sogas de cabuya. Los pequeños hilos de lana de borrego de color blanco son templados y sujetados por largueros de madera. Masaquiza cruza de un lado a otros los hilos de colores y da forma al paisaje y una variedad de figuras que no guarda en libros o cuadernos, todas las tiene grabadas en su cerebro. Él ajusta con otro madero más grande y pesado que baja y golpea uniendo así las hebras. La tela que se forma es de una resistencia que puede durar hasta más de 20 años. Masaquiza, de 60 años, aprendió esta labor desde los 10 años. Su padre, que llevaba el mismo nombre, le trasmitió esos conocimientos y saberes ancestrales.
que en cada uno de sus tejidos se inspira en la historia, la gente, la naturaleza, las vivencias, los personajes y las figuras incas para plasmarlos en su obra. Sus trabajos son admirados por los turistas de Estados Unidos, Alemania, Suiza, España o Chile que le visitan y adquieren estas prendas. “Ellos al conocer esta técnica de tejido nos compran. Un tapiz puede costar de USD 20 a 800. Todo depende del tamaño y la complejidad del tejido”. Ampliar Los animales andinos como la llama también se tejen. En su taller teje de a poco un tapiz que narra la vida del incario. Esta es representada mediante figuras humanas, vasijas, animales y utiliza colores café, amarillo, azul y blanco. En el restaurante de su hostería muestra los animales andinos como la llama y las aves como el curiquingue, el quinde y el majestuoso cóndor. El artesano también tintorea los hilos de lana con yerbas y flores. Estas son molidas y vertidas en el agua hirviendo para obtener colores como lila, morado, rosado, verde y otros.
De los tapices considerados como tradicionales son las populares chismosas. En el tejido muestra a un grupo de mujeres salasakas de espalda y conversando. Ellas visten el anaco negro, el rebozo morado o lila, la blusa y el sombrero de ala corta blancos, mientras observan al volcán Tungurahua en erupción. También las montañas como el Chimborazo. Cotopaxi o Carihuairazo. Transportan a sus espaldas dos pondos vacíos y que luego retornan llenos con agua que consiguen en las fuentes consideradas sagradas. También hay tapices con la representación de jardines con abundantes flores, colibríes y otras especies animales. Se grafica, asimismo, la minga, que es la reunión de varios vecinos con sus herramientas. Las cobijas también son elaboradas como tapices. Estos dan colorido al ambiente. “La idea que se transmite es de tranquilidad y de armonía con la naturaleza, la Pachamama (Madre Tierra), el sol y el aire”, afirma Masaquiza.


REALIZACIÓN DE LA VESTIMENTA DEL PUEBLO SALASAKA

Las manos de Francisca Caizabanda parece que nunca se cansan. Con una extraña pero maravillosa habilidad, sus dedos se mueven para obtener de un madejo de lana de borrego, delgados hilos que servirán para elaborar uno de los productos más finos de nuestra serranía ecuatoriana: La artesanía Salasaca.
Como ella, más de un centenar de mujeres de esta parroquia indígena en Pelileo, se dedica al hilado con el que luego confeccionan, sea en telares manuales o artesanales, una infinita variedad de tejidos que van desde abrigos hasta alfombras de variados diseños y tamaños con vistoso colorido.
"Es una tradición de muchos años, antes trabajábamos la lana hilando a mano pero ahora tenemos telares grandes para tejer tapices", comenta Francisca sin dejar de mover sus manos, mientras permanece sentada y casi sin alzar la mirada.
Lo que afirma no está alejado de la realidad: a 20 minutos de camino por la vía Ambato-Baños y antes de llegar a Pelileo, más de 50 puestos y decenas de almacenes situados a pocos pasos de la plaza central están a la vista del visitante quienes pueden adquirir tejidos, artesanías en madera, instrumentos musicales, collares, pulseras u otros accesorios elaborados por los salasacas. 
Pero desde hace más de una década, este sitio que podría ser un atractivo turístico y comercial, paradójicamente carece de una difusión adecuada y aquello provoca que las nuevas generaciones abandonen poco a poco sus tradiciones y busquen en otras ciudades y provincias nuevas fuentes de ingresos económicos.

Escaso incentivo y difusión

"Ahora el negocio es algo bueno porque la temporada alta es en los meses de julio y agosto en que viaja más gente, pero después baja todo de nuevo", asegura Patricio Anancoya, uno de los artesanos que prefirió hablar a nombre de sus compañeros.
No oculta su desazón cuando se refiere a las escuálidas ganancias que logran. "En una buena semana obtenemos 20 dólares, pero si la semana es mala no obtenemos nada, pasan días que pasamos exhibiendo al viento", indica.
Y cuando esto ocurre los varones de la comunidad, especialmente los jóvenes, emigran a Ambato o ciudades cercanas para trabajar como jornaleros o en la agricultura.
La escasa difusión nacional acerca de los Salasacas y lo que pueden ofrecer es evidente, pese a que la parroquia se encuentra en medio de Ambato y Baños, semanalmente son pocos carros con turistas -más por curiosidad que por previa información- que se detienen a observar y tal vez adquirir alguna prenda o artesanía. 
Mientras Patricio Anancoya recorre los puestos de venta insiste en que necesitan un mayor promoción de las autoridades. "Todavía no estamos registrados en algún inventario turístico o en internet. Sólo los que se van a Baños pasan por aquí un rato". 
A esto, agrega, se suma el efecto que les produjo la dolarización que derivó en la desmesurada elevación de costos y abarató los precios de los productos.
Lejos de desanimarse, Anancoya toma un fuerte aliento y asegura que aunque pocos, todavía existen Salasacas que harán lo que esté a su alcance para que esta tradición de pueblo artesano no desparezca.
Un ejemplo de aquello, manifiesta, son las mujeres que donde quiera que estén siempre se las verá hilando y a los hombres en los talleres confeccionando los tejidos.

Proceso de elaboración

Con la llegada hace algunas década, de los telares no sólo elaboran ponchos, baetas y bufandas de lana. También confeccionan sacos, bolsos, mochilas, tapices, cintos, entre otras artesanías a base de la lana del borrego
Esta actividad que se remonta desde tiempos precoloniales se inicia con la necesidad de los salasacas de buscar vestimentas con materiales que sean más adecuados para mitigar el frío.
Para confeccionar un poncho, primero se hila a mano, luego se pone a secar la lana y después se la tintura con varios colores. De allí los hilos con diferentes colores pasan al telar para formar la gran tela, de donde se cortará en partes y finalmente se confeccionará la prenda deseada.
En un tapiz grande el artesano salasaca se puede demorar un día entero o dos; para determinados acabados usan la máquina de coser y crochets.

ENTRESACADOS

Productivos

* La tintura para los tejidos se obtiene de ciertas plantas que crecen en los páramos.
* De la llamada cochinilla extraen el color rojo, del culquis, obtienen el verde, y del pumamaqui y quillosisa se logra el color amarillo.
* Para quienes quieren alguna prenda o tejido más barato, pueden adquirir las que han sido tinturadas con anilina.
* El salasaca se caracteriza por su indumentaria blanca (camisas, pantalón y sombrero), poncho negro y faja bordada a mano.
* En la mujer la vestimenta está compuesta por una blusa de algodón bordada a mano, faja, anaco negro y sandalias tejidas.

Un pueblo con raíces incas
Las raíces de los salascs se remontan a los tiempos del incario. Durante el periodo de Desarrollo Regional entre los años 1500 AC a 1500 DC, la gran confederación Puruhá resistió de manera frontal la invasión y conquista inca.
Para aplacar el carácter guerrero del pueblo puruhá, los incas trajeron desde los altiplanos del Alto Perú (hoy Bolivia), un grupo de aborígenes mitimaes, que eran muy leales a sus gobernantes.
Este pueblo mitimae son los llamados salasacas que hasta los actuales tiempos se mantienen con su propia idiosincracia, costumbres, características, tradiciones y lengua. Su identidad autóctona se mantiene vigente con su singular manifestación étnica.





El hilado

Hábil artesana de Salasaca, parece que jamás se cansara de moverlas de una forma inusual y maravillosa para transformar un poco de lana de borrego en delgados hilos que sirven para la hechura de los productos que vende en mercado Artesanal de Salasaca.

Como ella, decenas de mujeres de este pueblo indígena llevan a donde vayan su hilado, pues es una verdadera tradición. “Casi todas sabemos hilar, nuestras madres nos han enseñado y nosotros debemos hacer lo mismo con nuestras hijas”, indica sin dejar de mover sus manos, mientras permanece sentada y casi sin alzar la mirada. 

Proceso de elaboración
Según el profesional, tejer se ha convertido en una forma de transportarse en el tiempo y revivir los recuerdos de sus abuelos, quienes iniciaron con esta labor. “Toda mi vida llevo con este trabajo, recuerdo que los taitas contaban que antes se lo hacía a mano y luego llegó el telar que facilitó un poco la labor”, comenta Kuri mientras se acomoda la ‘mágica’ herramienta llena de hilos y maderas.
Para hacer un poncho o cualquier prenda, manifiesta, primero se hila a mano, luego se pone a secar la lana y después se la tintura. De allí, los hilos con diferentes colores pasan al telar para formar la gran tela, de donde se corta en partes y finalmente se elabora la prenda deseada, comenta.
“Producir un tapiz grande puede demorar un día entero o dos, de acuerdo al tamaño y a los diseños, los cuales son propios de nuestra cultura”,


domingo, 24 de junio de 2018


LA PAMPA MESA

Las comunidades indígenas del país, en particular los salasacas, en Tungurahua, utilizan el término ‘pampa mesa’ o ‘pamba mesa’ para referirse a la comida que se ofrece en actos masivos y festividades ancestrales como el Kapak Raymi, también en mingas e incluso en marchas. Esta es una de sus tradiciones ancestrales denominada la ‘mesa común’ o la ‘mesa de todos’.Sin embargo, no se limita al hecho de sentarse en un mismo sitio y alimentarse por igual sino que tiene como principal característica el compartir de lo que cada uno tiene, pues todos los comensales contribuyen con un poco de comida para todo el grupo.


De esta manera, la pampa mesa suele llenarse de alimentos básicos como el mote, el choclo, la papa, las habas, el fréjol, los mellocos, los chochos e incluso el cuy, la carne y el queso. Esto es colocado sobre grandes manteles en el piso para que se encuentre al alcance de todos.
Este es un evento que conserva varias solemnidades, especialmente previo a ofrecer los productos, puesto que se recuerda el objetivo mismo de la reunión y se agradece por los frutos provenientes de la Pachamama.


Martha Chango, concejala de Pelileo, asegura que hacer la pamba mesa es un sinónimo de agradecimiento por todo lo que la Pachamama provee, además compartir es lo que simboliza la unión y la equidad de las personas que participan. Tal es el caso del Kapak Raymi, festividad que se celebra cuando las plantas de maíz llegan a medir aproximadamente 10 centímetros de altura y se procede al primer deshierbe (retirar la mala hierba). Se recoge el pedazo de planta que salió del maíz para usarla en la fermentación de la chicha de jora y que es devuelta a la tierra como ofrenda a la Madre Tierra.


“Se la riega en medio de un círculo hecho en la tierra, en el que también se encuentra la macana (cruz indígena), en señal de devolución de lo recibido y para que la tierra sea más fértil y de más alimentos”, explica Chango.

Ritual

Por esta razón, desde tempranas horas de la mañana, se escucha la bocina que, junto al tambor, el redoblante, el bombo y la flauta, componen una gran serenata a uno de los días más importante de los pueblos indígenas como es el Kapak Raymi. Baltazar Masaquiza, morador del sector, junto con sus compañeros, es el responsable de poner a punto la allpa manga, ‘gran olla en la tierra’, para preparar los alimentos.


Cuidadosamente y pidiendo permiso a la Pachamama, Baltazar excava un orificio de aproximadamente dos metros de profundidad y tres metros de diámetro, donde sus amigos colocan las piedras volcánicas que han recolectado, mientras que la música rítmica y ancestral se escucha a lo lejos, con el fin de convencer a la comunidad a ser parte de la celebración.
Poco a poco, y con mucha alegría, los salasacas van concentrándose en el punto sagrado denominado Chakanapamba, ‘cruz andina’; cada uno con su respectiva tonga para colaborar con la pamba mesa.

Lachicha, brebaje de la celebración

En el festejo del Kapak Raymi y en todas las conmemoraciones del pueblo salasaca se reparte la tradicional chicha, la misma que constituye una bebida ancestral, heredada de los antepasados.Según Manuel Chiliquinga, morador salasaca, esta se utiliza como un refresco y hasta como una especie de vino embriagante. “Todo depende del tiempo que se deje fermentar para obtener una más fuerte”, asegura.

De acuerdo con el morador, esta se prepara tradicionalmente con maíz; sin embargo, también es posible hacer de arroz o avena, además se utiliza canela, bancos de dulce o panela y algunas especias. “La chicha es sencilla, humilde, pero de especial significado en el pueblo andino, porque fue el néctar que unía a los hombres con la naturaleza y los wuacas o deidades”, manifiesta Masaquiza. (DA)





LOS DÍAS DE LOS DIFUNTOS

La parroquia Salasaca, del cantón Pelileo, al oriente de la provincia de Tungurahua, es la parroquia indígena en donde son más notorias las costumbres ancestrales para la recordación del Día de los Difuntos.

Decenas de familias se reúnen al pie de las tumbas de sus seres queridos para compartir los alimentos que más les gustaban a quienes les antecedieron en la partida de este mundo, lo que acompañan con un vaso de vino.

Desde muy temprano de cada 2 de noviembre comienzan a llegar al cementerio en vehículos o a pie desde diferentes partes, no solo de la parroquia, sino incluso de otras provincias del país y exterior.

Todos llegan cargados de alimentos, los más comunes son cuy, conejo, papas, pan, mote y habas hasta reunirse todos los miembros de cada familia. Para servirse todos comparten de cada porción.

Alrededor de quince miembros de la familia Masaquiza-Jerez asistieron al cementerio parroquial “para compartir no solo los alimentos, sino también alegría”, dijo Marcia Masaquiza, quien asegura que esta costumbre es anterior a la llegada de los españoles a América como una forma de venerar a quienes dejaron esta tierra.

Explicó que para los pueblos indígenas, como el Salasaca, que aún conserva esta costumbre, la conmemoración del Día de los Difuntos es la relación con sus ancestros, la tierra, la divinidad y con todo lo que les permite estar en armonía con la vida misma, por lo que afirma que se sienten orgullosos de conservar las costumbres y tradiciones de los antepasados.

Gloria Masaquiza también llegó cargando sus alimentos y acompañada por su hija Zoila Pilla y su nieta Cinthia Masaquiza, por lo que advierte que en Salasaca esta tradición se mantendrá en el tiempo, porque así como hicieron sus padres, ahora ella se encarga de transmitirla a su descendencia e igual espera que hagan con los que vendrán después.

No obstante, al otro extremo de la provincia de Tungurahua, en la parroquia Santa Rosa, que también tiene influencia de población indígena, María Melchor Agualongo y Simón Chango, dicen que la modernidad le está ganando a las costumbres y tradiciones de los ancestros en el Día de los Difuntos, “casi ya nadie lleva la colada morada o las guaguas de pan para compartir con los muertos en las visitas al cementerio”, dijo.

Chango aseguró que especialmente los jóvenes poco a poco se alejan de estas costumbres, advierte que ahora ni siquiera visitan los cementerios. “Antes cocinábamos cuyes, conejos, pan y colada morada para compartir con otras familias, pero en la actualidad apenas si se hace en cada familia”.


EL INTI RAYMI
Las fiestas del Inti Raymi, Paukar Raymi, el matrimonio, la confección de tejidos, las tradiciones y más del pueblo Salasaca se pueden conocer en un museo. Está ubicado en el centro de la parroquia ubicada a 15 minutos al oriente de Ambato. Este contenedor cultural abrió sus puertas el año pasado por una iniciativa de un grupo de jóvenes de esta comunidad. Ellos buscan que los turistas extranjeros, nacionales y los habitantes del sector conozcan parte de la historia. Además, las tradiciones y el estilo de vida de este pueblo indígena de Tungurahua. Eso explica Whirak Qhamak, director del Museo. Cuenta que este fin se está cumpliendo.
Al momento los niños y jóvenes conocen su historia. Con eso tratan de recuperar la vestimenta que es parte de su cultura. También el idioma quichua. “Estamos rescatando y revalorizamos la música, la danza, las ceremonias, las celebraciones de agradecimiento a la Pacha Mama como el Inti Raymi. Además, el uso de los atuendos especiales para cada fiesta. Los tejidos que son famosos a través de los otavaleños”. El museo se levanta en un edificio de cinco plantas, localizado en una de las márgenes de la vía Ambato-Baños, en el centro de Salasaca.
En cuatro de las cinco plantas se recrea parte de su arquitectura, especialmente de las viviendas con el uso del adobe, carrizo, la cabuya, el techo con hojas de sigse, madera y el piso de tierra. Asimismo hay figuras al tamaño natural representando a los artesanos tejiendo en los telares de los tapices, chumbis (bajas) y ponchos. Los visitantes pueden conocer cómo las mujeres hilan la fibra de las ovejas, la medicina... Las estatuas visten prendas autóctonas de esta población compuesta en los varones por un poncho negro largo, sombrero de ala ancha y pantalón blanco.
Las mujeres visten con un reboso morado o rojo, anaco negro y blusa blanca con bordados y collares. Para montar el museo se tardaron más de 13 años en consultar en libros y documentos en las bibliotecas. El estudio también incluyó entrevistas a los ancianos del pueblo. Todo eso fue representado en el museo, explica la guía Pilar Masaquiza, que es parte del proyecto del Museo Salasaca.





La fiesta de los acaldes
Los líderes de los pueblos son conocidos como ‘alcaldes’ o varayuk. Los burgomaestres comunitarios tienen influencia en la vida social del pueblo, pero las intervenciones en el ámbito político son mínimas. Los hombres indígenas tienen poder, prestigio y respeto en la parroquia. Los líderes son los encargados de transmitir los saberes del pueblo a las nuevas generaciones y reprender a los esposos cuan­do cometen una falta en el hogar. Además, promocionan las festividades del pueblo y bendicen los alimentos en las fiestas comunitarias.
Según Pedro Reino, historiador de Tungurahua, los alcaldes también son denominados taitas, que en español significa padres. Reino sostiene que las autoridades indígenas pueden ejercer cargos, si es el caso, como cabecilla, cabildo, teniente político y presidente de la organización. “El alcalde es la persona que mejor simboliza el poder y que a través del prestigio puede llegar a alcanzar un comunero. El desempeño de este cargo no solo representa el poder que un grupo familiar tiene al interior de la comunidad, sino también de todo el conjunto comunero frente a la sociedad”, indica Reino. Los taitas están simbolizados por una vara, que en un extremo tiene la cabeza de un animal. Las autoridades visten pantalón y camisa blancos, poncho negro, bayeta roja y un sombrero blanco de ala ancha.
 Ellos son elegidos en diciembre por la comunidad y ejercen su cargo por un año. Hay un alcalde mayor, un segundo alcalde, 15 guaguas alcaldes y un fiscal. Este último tiene la potestad de castigar con un látigo a los indígenas que falten a la autoridad. El fiscal y el alcalde mayor son los encargados de presidir las celebraciones ancestrales como el Inti Raymi (fiesta del dios Sol), o el Capac Raymi, que es la época del florecimiento del maíz. José Jiménez, alcalde Mayor de Salasaka, explica que el principal proyecto de los líderes es rescatar los valores y respeto de los jóvenes hacia las personas mayores.
Jiménez, de 53 años, recuerda que hace una década todos los niños y jóvenes saludaban a los adultos. “Ahora los guambras no saludan y parece que se les va a caer la boca por decir buenos días. Recuerdo que mi padre me golpeaba si no lo hacía y mis vecinos me hablaban o les reclamaban a mis familiares por esa falta de respeto”, relata Jiménez. Las autoridades indígenas iniciaron una campaña para conocer la situación actual de las personas de la tercera de edad en las 18 comunidades. Todos los domingos recorren las polvorientas calles de Salasaka en busca de los “mayores”.


Las averiguaciones se realizan a pie y de casa en casa. Mariano Jerez, alcalde de la comunidad de Chilcapamba, comenta que una de las acciones que tomarán es comunicarse con los familiares para que los rescaten. Otra alternativa es entregar alimentos y vestimentas como pantalones blancos, ponchos, anacos, bayetas, rebosos y otros accesorios típicos. Cynthia Mazaquiza, ñusta de Salasaka, recalca que los alcaldes deben promover que los jóvenes no ingieran bebidas alcohólicas en las celebraciones. Mazaquiza, de 20 años, indica que en la mayoría de las festividades tradicionales hay un excesivo consumo de licor. Esto influye para que se produzcan riñas entre los vecinos y familiares. 

       






LA FIESTA DE LOS CAPITANES
El Capitán, acompañado por un grupo de jinetes, se aproximaba a la casa del Paje. Llegaba acompañado por el Loero (persona que recita coplas), quien vestía un traje blanco, alas y llevaba una aureola sobre la cabeza. Los tres son los personajes principales de la fiesta de Los Capitanes, que hace más de un siglo se realiza en diciembre en la parroquia indígena Salasaka, en Tungurahua.
El pueblo -partido en dos por la vía Ambato-Baños- es uno de los que mantiene viva las tradiciones autóctonas en la provincia. Los priostes son los encargados de organizar esta celebración, que se realiza cada año para recordar dos hechos históricos: La conquista de los españoles y la participación salasaka en la Revolución Liberal con Eloy Alfaro. Los músicos con los bombos, redoblantes y las flautas entonaron sanjuanitos y marchas militares, mientras avanzaron por una vía serpenteante de tierra. El galope de los montados, que vistieron los uniformes blancos, gorras de color negro y una pañoleta roja, levantaron grandes cortinas de polvo; aun así, no detuvieron su marcha.
 En la vivienda del Paje, Marcelino Masaquiza, la fiesta se prendió; él es de la comunidad de Manzanapamba Chico. Andrés Masaquiza, el Capitán, es uno de los tres priostes mayores de este festejo. El ruido de los pitos que utilizaban decenas de disfrazados fue ensordecedor. Lorenzo Jerez, uno de los soldados, contó que esa es la señal para que la tropa avanzara a paso lento. Participa en esta celebración desde hace más de cinco años. Arribó de la comuna Rumiñahui Chico. La fiesta fue para agradecer a San Buenaventura, el patrono de la parroquia. El Capitán es guiado por el Paje, que usa un pantalón blanco y un sombrero similar a un bonete, recubierto con espejos. Además, viste pañoletas de varios colores y bordados a mano de figuras de animales, montañas y plantas. Luego apareció Jerez, vestido completamente de negro con una pañoleta rosada y un sombrero con encajes dorados, como es costumbre. En el piso polvoriento del patio de la casa se formaron y luego, al son del bombo y de la flauta, empezaron a dar vueltas alrededor de la vivienda. Todos bailaban y tomaban chicha de maíz y aguardiente. Luego desmontaron los caballos y se reunieron en círcu­lo en el patio de la vivienda. Marlon Villegas, de 15 años, es el Loero, y participa desde hace cinco años como este personaje en la celebración. Comentó que su abuela Manuela le enseñó el papel que cumple el personaje en esa fiesta. Agradece a San Buenaventura por los favores recibidos con poemas y loas.

 A un costado, un grupo de mujeres en grandes ollas preparó los alimentos. José Pilla, vecino del sector, contó que mataron dos vacas, pollos y cuyes para alimentar a los invitados y asistentes a la celebración. Esta es financiada por el prioste que puede gastar hasta USD 15 000 en los tres días de fiesta. También recibe las jochas de familiares y amigos. Rafael Chiliquinga, investigador de la cultura Salasaka, explica que es una expresión cultural que se representa todos los años. Los capitanes son el Apo, líderes y guía del pueblo. Ellos realizan las ofrendas y ceremonias como agradecimiento a la Pacha Mama (Madre Tierra, en español), a través de las loas.



LA FIESTA DE LOS CAPORALES
En medio de la algarabía con bandas de pueblo y músicos autóctonos, los indígenas de Salasaca, en Tungurahua, fueron partícipes de la fiesta de los caporales en honor al Niño Manuelito, en la cual se anuncian las celebraciones de Carnaval durante tres días.
Este evento se hace tradicionalmente en la nombrada parroquia, como símbolo de resistencia a las luchas que se venían dando desde la época republicana con los españoles.
Personajes
La fiesta de los caporales (priostes) está compuesta por ‘doñas’ y simboliza la defensa a las indígenas que antiguamente eran violadas por los españoles, manifestó Antonia Quinapanta, quien ha participado activamente con su hija.
‘Los negros’, quienes se visten de blanco el primer día y posteriormente de negro, son quienes resguardan al personaje principal, es decir al ‘caporal’.
Este último es quien lidera la resistencia indígena y viste con fachalina de colores diversos, asemejando al arcoíris, y un azadón en sus hombros demostrando el trabajo en el campo.
‘La mama de las doñas’ es la mujer del caporal, quien es un hombre disfrazado de mujer, quien a su vez ayuda a financiar los gastos de la fiesta. ‘Los montados’ son quienes vienen de otras partes de Tungurahua en caballos. ‘Los alcaldes’ esperan a los caporales en el camino antes de llegar al cementerio.
Actividades
El primer día, los caporales dan de comer en sus casas a sus grupos de ‘negros’ y ‘doñas’. Se prepara una mesa llena de choclo cocinado. Luego salen hacia la capilla de Chilkapamba, después a Calliñán, al cementerio y finalmente a Pelileo.
José María Chiliquinga, ‘alcalde’, señaló que ellos esperan en el Calliñán, considerado un crucero sagrado donde se realizan las limpias cuando tienen malaires. “Desde aquí acompañamos a los caporales hasta el cementerio”, mencionó Chiliquinga.
El segundo día, ‘los negros’ llegan alrededor de 120 ‘montados’, mayoritariamente de Mocha, contratados por los ‘caporales’. Ellos hacen el mismo recorrido, en el cual realizan la representación de la resistencia de los negros e indígenas en contra de la opresión y abusos de los españoles. Al llegar al cementerio, llevan a cabo una misa, en la cual comen cuyes o conejos que les brindan.
El tercer día bailan frente a la iglesia del centro de Salasaca como muestra de devoción al Niño Manuelito.

Matrimonio Salasaca

En Salasaka a pesar de no existir la prohibición de matrimonios exogámicos, la endogamia es valorada por todos. Sólo en los últimos años se han dado contactos matrimoniales exogámicos de algunos salasacas que contrajeron matrimonio con gente foránea del pueblo, sobre todo desde cuando los artesanos salasacas se trasladaron a Otavalo con fines de trabajo o entraron en contacto con comerciantes extranjeros. Los salasakas a pesar de contraer matrimonio con gente externa a la comunidad conservan su atuendo tradicional, o por lo menos así lo hacen al visitar la comunidad. Los matrimonios interétnicos son casi inexistentes y no tienen mayor significación.

El ideal de matrimonio es que el joven conforme su hogar con muchachas de la misma comunidad, ya que ello permite al individuo gozar de todas las prerrogativas de comunero y aspira a situaciones de privilegio y liderazgo mediante el pasaje de cargos en la comunidad.

Hasta hace pocos años los matrimonios eran fruto de convenios pactados entre dos grupos familiares, la reproducción social de los ayllus Masaquiza, es un claro ejemplo de cuidado y control de la propiedad de la tierra, existen matrimonios de primos en primer grado, de ahí que en los registros comunales sea frecuente el apellido Masaquiza-Masaquiza. Poco importaba el consentimiento de los afectados (novios), y el carácter o la personalidad de ambos cónyuges, sino lo fundamental era su procedencia familiar (¿quiénes y cómo son?).

Esto muestra el carácter eminentemente económico, social y político de la institución. El rito del matrimonio tiene la virtud de revelar la posición que ocupa la parentela de los novios en la comunidad; a pesar de mostrarse como una sociedad homogénea en las fiestas rituales es visible el grado de diferenciación social interna. El intercambio y la circulación de dones que precede sancionan el lugar y prestigio que ocupa cada familia en particular.

El pedido de mano de la novia


La comida que acompaña al pedido de mano de la novia, es un elemento muy importante que nos muestra cómo; hasta hoy, ha quedado la noción de compra de la novia. Los comestibles servidos durante este acto y en las fiestas nupciales, tienen el objetivo de agradar a los progenitores y familiares de la novia. La familia del pretendiente planifica con tiempo los alimentos que serán consumidos durante la fiesta, o que tienen como primer objetivo lograr la aceptación de los progenitores y familiares de la novia y como segundo servir de marco propicio para elaborar el programa de la boda. Cuando los progenitores y familiares se muestran reticentes, éstos no aceptan el día de fiesta -que por costumbre debe ser celebrado en el domicilio de la novia- y como muestra de su rechazo se ausentan de su casa y dejan cenizas en el patio. No conciben el matrimonio entre dos personas pertenecientes a dos estratos sociales distintos y de ocurrir así es reprobado. Esto muestra como los matrimonios al interior de la comunidad son a su vez endogámicos en sus diversas categorías sociales.

Pruebas que debe pasar la novia antes de casarse

Para la conformación de nuevas parejas en una familia extendida el papel de la novia es de primer orden, ella deberá pasar una serie de pruebas antes de ser aceptada como mujer-esposa. Mostrando sus cualidades en su nuevo domicilio, observada constantemente por la suegra que la somete a una serie de pruebas, la novia y la misma pareja está controlada hasta que logran construir su propia vivienda. En los contratos matrimoniales hay que recalcar la función del tío materno en el cuidado de la familia, él influye decisivamente en el destino de sus sobrinos, su consulta es obligatoria para la realización de contratos matrimoniales, si no existe el padre él desempeña ese papel y dirige la petición de mano, la bendición de los alimentos durante los días de la boda es llevada a cabo por él; su participación no es meramente simbólica, sino colabora con comestibles (maíz, papas, carne) a nombre de la familia.

Es necesario recalcar la estabilidad de los matrimonios salasakas, lo que sin embargo no quiere decir que haya una correspondencia de estabilidad emocional y de fidelidad conyugal, como algunos indigenistas mitificaban a la sociedad salasaka*. Se da el desprestigio y mal augurio a la red familiar, cuando la pareja pretende disolver el compromiso, por lo que en su resguardo el conjunto de parientes intervienen inmediatamente en caso de avizorarse algún problema conyugal.